Bárbara Flores: "Que pasen una noche como nosotros; se mueren si les toca vivir así"
Bárbara Flores creció, está
terminando la secundaria y ya sufragó por primera vez. Además dejó un mensaje
para los funcionarios políticos: "Que pasen una noche como nosotros; se
mueren si les toca vivir así", destacó.
Desde que aquella niña de 8
años lloró por hambre frente a una cámara de televisión pasaron 11 años y tres
meses. ¿Qué quieres ser de grande? "Nada", había respondido,
secándose las lágrimas de sus ojos. Se había desmayado en la escuela porque llevaba
más de 24 horas sin probar bocado.
Su rostro fue el símbolo de la
pobreza de un enorme sector de la población argentina y de una de las etapas
más duras de la historia de la provincia. Ayer votó por primera vez porque en
2011 no figuraba en los padrones.
Barbarita ahora es Bárbara. O
Barbi, como le dicen en su casa. "Los medios son los que me dicen
Barbarita", agrega y precisa que los medios nunca le preguntaron cómo la
llaman en su familia. Tiene dos décadas y cursa el último año del secundario (volvió
a clases tras dejar la escuela por un tiempo).
Camina con su padre por el
frente de la escuela, ambos con las manos en los bolsillos de sus abrigos y la
mirada cansada. No comenta cómo votó. No se muestra nerviosa ni ansiosa. Mucho
menos esperanzada.
Hasta llegar a su casa, en el
barrio ATE, se cruzan con 13 autos que llevan un cartel naranja con la leyenda
"Morof" en sus parabrisas. Todos ellos numerados.
Recuerda con claridad todo lo
que le pasó, así como el rostro de la periodista que la entrevistó en abril de
2002. Sentada junto a su padre sobre un sillón, con un cubrecamas encima,
pierde su vista en el suelo y sólo mira a los ojos cada tanto cuando supera su
timidez.
"No he comido nada"
"Después de que salí de
la internación vino el gobernador (José Alperovich) a visitarme a la casa: yo
estaba en una cama sobre ladrillos. 'Pedime ahora que estoy buenito', me dijo.
Y alcancé a decirle que me hacía falta una cama y una mochila", recuerda
Barbi. Nueve meses después recién llegó lo prometido, según narró.
Samuel valora la ayuda que
recibió. A su casa llegaron cajas con comida, chapas, maderas. "En ésa
época no teníamos revocadas las paredes y por los agujeros de los bloques
caminaban las cucarachas. Como no teníamos para comer, mucho menos íbamos a disponer
para matar esa plaga. Para cuidar la comida usábamos la heladera como
baúl", relata el padre de Barbi y de otros siete hijos.
Dos años después del revuelo,
allá por 2003, Samuel finalmente entró a trabajar como ordenanza en el
Ministerio de Gobierno y Justicia, publica La Gaceta de Tucumán.
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