INSTA A TODOS A DESPOJARSE DEL
ESPÍRITU MUNDANO
En la “Sala della Spoliazione”,
donde tuvo lugar ese episodio, el Santo Padre se encontró con los pobres
asistidos por Cáritas, después de escuchar las palabras del obispo Domenico
Sorrentino quien afirmó que Francisco era el primer papa que visitaba esa
estancia en los últimos ochocientos años.
El pontífice, improvisando de nuevo su
discurso, dijo que en estos últimos días los periódicos se preguntaban sobre
qué habría dicho en esa sala: “¡El Papa irá allí a despojar a la Iglesia!
¡Quitará las vestiduras a los obispos, a los cardenales; se las quitará él
mismo!”. “Esta -observó- es una buena ocasión para invitar a la Iglesia a
despojarse. Pero la Iglesia somos todos, ¡todos!. Desde el primer bautizado,
todos somos Iglesia. Y todos tenemos que seguir el camino de Jesús, que se
despojó a sí mismo. Se hizo siervo, servidor; quiso humillarse hasta la cruz. Y
si nosotros queremos ser cristianos, no hay otro camino”.
“Pero algunos dicen: '¿No podemos hacer un
cristianismo un poco más humano: sin cruz, sin Jesús, sin despojarnos?'. Ah!,
así nos convertiríamos en 'cristianos de pastelería', como tartas, bonitas y
dulces... Muy bien, pero eso no es ser cristiano de verdad. Alguno que otro
dirá: ¿Y de qué tiene que despojarse la Iglesia? Tiene que despojarse de un
peligro gravísimo que amenaza a todas las personas en la Iglesia, a todos: el
peligro de la mundanidad. El cristiano no puede convivir con el espíritu del
mundo. La mundanidad que nos lleva a la vanidad, a la prepotencia, al orgullo.
Eso es un ídolo: no es Dios. Y la idolatría es el pecado más grave”.
“Cuando en los medios de comunicación se
habla de la Iglesia, creen que la Iglesia son los curas, las monjas, los
obispos, los cardenales y el Papa. Pero la Iglesia somos todos. Y todos tenemos
que despojarnos de esta mundanidad que es el espíritu contrario de las
bienaventuranzas, el espíritu contrario al espíritu de Jesús. La mundanidad nos
hace daño. Y es tan triste encontrar a un cristiano mundano, seguro de esa
seguridad que le da -en su opinión- la fe y seguro de la seguridad que le da el
mundo. No se puede jugar a dos barajas. La Iglesia, todos nosotros, tenemos que
despojarnos de la mundanidad que la lleva a la vanidad, al orgullo, que es la
idolatría”.
“Jesús mismo decía: 'No se puede servir a dos
padrones. O sirves a Dios o sirves al dinero. En el dinero estaba incluido este
espíritu mundano ¿no? Dinero, vanidad, orgullo; ese camino. Nosotros no podemos
seguirlo... es triste borrar con una mano lo que se escribe con la otra. El
Evangelio es el Evangelio. Dios es único y Jesús se hizo siervo por nosotros y
el espíritu del mundo no tiene nada que ver con eso”.
“Y hoy, muchos de ustedes -afirmó,
dirigiéndose a los presentes- fueron despojados por este mundo salvaje que no
da trabajo, que no ayuda; no importa si en el mundo hay niños que mueren de
hambre; no importa si tantas familias no tienen que comer; no tienen la
dignidad de llevar pan a casa; no importa que tanta gente tenga que escapar de
la esclavitud, del hambre y huir buscando la libertad y, con cuánto dolor,
tantas veces vemos que encuentran la muerte, como sucedió ayer en Lampedusa.
¡Hoy es un día de llanto! Estas cosas son obra del espíritu del mundo. Es
ridículo que un cristiano, un cristiano verdadero, un cura, una monja, un
obispo, un cardenal, un papa, quieran recorrer este camino de la mundanidad; es
una actitud homicida. La mundanidad espiritual mata. ¡Mata el alma! ¡Mata a las
personas! ¡Mata a la Iglesia!”.
“Cuando Francisco se desnudó aquí era un
muchacho, no tenía fuerza; fue la fuerza de Dios la que lo llevó a hacerlo.
Pero la fuerza de Dios que quería recordarnos lo que Jesús nos decía sobre el
espíritu del mundo, lo que Jesús ha pedido al Padre para que nos librase del
espíritu del mundo”.
“Hoy, aquí -concluyó- pidamos la gracia para
todos los cristianos: ¡Que el Señor nos dé a todos el valor de despojarnos!,
pero no de 20 liras, no, no... Despojarnos del espíritu del mundo que es la lepra,
es el cáncer de la sociedad. Es el cáncer de la revelación de Dios. El espíritu
del mundo es el enemigo de Jesús. Pido al Señor que nos dé a todos la gracia de
despojarnos”.
Al final, el Papa después de dar las gracias a
todos por la acogida dijo: “Recen por mí; lo necesito mucho”.+ (VIS - ZENIT)
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